
Te golpearé sin cólera
y sin odio, como un carnicero,
como un Moises a la roca
y de tu párpado haré
para saciar mi desierto
brotar el agua del dolor.
Mi deseo de esperanza henchido
navegará en tu llanto
como un navío que zarpa,
y en mi pecho han de hartar,
resonarán tus sollozos
como un tambor que repica.
¿No soy acaso un falso acorde
en la divina sinfonía
en la divina sinfonía
por culpa de esta ironía
que me muerde y me sacude?
¡Esta es mi voz, desafinada!
Ese veneno es mi sangre.
Soy el espejo siniestro
donde la arpía se contempla.
¡Soy la herida y el cuchillo!
¡La mejilla y la bofetada!
Soy los miembros y la rueda;
soy el verdugo y la victima
Soy el vampiro de mi propio pecho
-Uno de esos abandonadas
condenados a reir siempre
y a quienes falta la sonrisa!
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